Los sabores "picantes" me acompañan desde que tengo uso de razón, son parte de mi vida, de mi origen y mi pasión por la gastronomía. Aquí comparto un artículo, resultado de varias publicaciones sobre el ají.
El origen del gen de todos los ajíes o pimientos,
también llamados chilis, conocidos en el idioma quechua como uchus, y en el aymara
como waykas, se ubica en el actual territorio de Bolivia, en el denominado
"triángulo valluno" conformado por los valles de Aiquile, Comarapa y
Villamontesen, entre los departamentos de Cochabamba y Chuquisaca,
según diversas investigaciones paleobotánicas y de germoplasma, en base a estudios y colectas realizadas en los años 70 por
el estadounidense PhD Hardy Eshbaugh, botánico y profesor emérito de la Universidad
Miami.
Hardy Eshbaugh, PHd
Universidad de Miami (fundada en 1809 y que toma el nombre del río Miami que avanza al sur en Ohio, no tiene que ver con la Miami tropical del estado de Florida) en la ciudad estadounidense de Oxford (homónima de la ciudad universitaria de Inglaterra) en el condado de Butler, estado de Ohio.
Además de las investigaciones y colectas de otros
investigadores mencionados en la presente publicación como el boliviano Martín
Cárdenas Hermosa, a quien, en su honor, se le otorgó como nombre científico al Capsicum cardenasii.
Para la presente publicación que recopilan textos, enlaces y citas,
usaremos la palabra ají, ya que en otras latitudes posee diversas
denominaciones. La palabra ají proviene de la lengua taína (haxí) que pertenece
al grupo Arawaks, expandido por el Caribe y la Amazonía. El término fue
utilizado por los españoles, quienes, al llegar, hallaron que estos frutos se
consumían en el Caribe y que en aquella zona también se consumía al igual que
en Centroamérica llamándolo ají en lo sucesivo, donde lo encontraban.
Se calcula que hace veinte mil años, se originó
el primer "Capsicum" (el
nombre científico del género de ajíes y chilis) silvestre, dispersándose
naturalmente por Centro y Sudamérica y cuando
los humanos arribaron a América, ya existían en Perú cerca de 25 especies. Se
conoce que fueron cinco las especies domesticadas en la época precolombina en
diferentes partes de Latinoamérica (Capsicum baccatum: ají doméstico en
Bolivia, Perú, Ecuador y Chile; Capsicum pubescens: domesticado en los
Andes y que luego se distribuyó hacia Bolivia y Ecuador; Capsicum annuum,
Capsicum saiminense y Capsicum frutescens que comparten genes ancestrales y
que fueron domesticados independientemente; el primero en México, el segundo en
Centroamérica y el tercero en la cuenca amazónica). El ají contiene el alcaloide
capsicina, del que proviene el gusto picante y se sabe que dicha sustancia no posee olor ni color. (El Ají y las
Culturas Alimentarias Andinas. Tesis para optar el título de Licenciado
en Historia que presenta el Bachiller: Diego Emilio Luza Fernández).
Según el rastreo genético, una planta de pequeños
frutos esféricos y extremadamente picante, que crece hasta la actualidad de
manera silvestre en Bolivia y Perú llamada "ulupica", (Capsicum
cardenasii), propia de lugares de altura media, lluvia moderada y
temperaturas cálidas, sería el origen de todas las especies de capsicum.
El
ulupica, Capsicum cardenasii se encontró por primera vez en
el altiplano boliviano, cerca de la ciudad de La Paz, en el sector
"Río Abajo". Incluso en una colección de Otto Buchtien aparecida en
1911 se menciona una planta encontrada a una altitud de 2.450 metros. La planta
fue descrita por primera vez en 1958 por Charles Bixler Heiser (1920 – 2010) quien fue
un profesor y botánico estadounidense, y Paul G. Smith, en la
revista "Brittonia",
Heiser también encontró una planta en las
cercanías de La Paz. Pero luego Hardy Eshbaugh, halla en sectores del
mencionado triangulo valluno, muestras que, según los trabajos de rastreo
genético, tendrían origen en este sector, en Perú se presume su posterior
adaptación silvestre en los valles orientales cerca de la cuenca del Titicaca,
hace miles de años, de esta especie silvestre, provendría el rocoto.
Se cree que las aves se encargaron de expandir las semillas en su excremento por otros lugares, ya que estas no sienten el
picor o pungencia en su pico.
Es una de las primeras plantas domesticadas en América del Sur junto con la
papa.
En Perú existen diversas pruebas de su
utilización en diferentes lugares; consumieron el ají quienes habitaron hace
diez mil años en la Cueva de Guitarrero en Ancash, las semillas de ají
estudiadas junto a canastas y restos de frejoles o porotos,
son evidencia de ello. Thomas Lynch nos ha dejado un gran legado con sus
investigaciones. Gracias a él, sabemos que la cultura andina, en su rama
tecnológica, nació en el Callejón de Huaylas.
El ají, Era parte de la dieta de muchos pueblos costeros que lo combinaban hábilmente con productos del mar. También se usó como medicina. Fue "utilizado como condimento en Caral, la civilización más antigua de América, aquí conocieron varios tipos de ají, entre ellos el limo, rocoto y panca", hace cinco mil años. El ají mochero, ya era consumido hace más de 4000 años en Huaca Prieta en La Libertad, también se encuentra como expresión cultural en el tallado del obelisco Tello, de la cultura Chavín hace más de dos mil años.
En el antiguo Perú, incluido el territorio de la actual
Bolivia y Ecuador, el ají estuvo representado en tallados diversos, diseños en ceramios
y acompañaba a los muertos en sus entierros. Era objeto de intercambio,
alimento, medicina, servía en rituales como divinidad y también ofrenda. Es
decir, acompañó a los primeros humanos que llegaron a América desde tiempos
inmemorables.
Elmo León, investigador del Museo Nacional de
Arqueología, Antropología e Historia del Perú, explica que en la
cultura Nasca (200 a.C. – 500) también se hallaron evidencias
del uso de este alimento. Además, fue conocido por el imperio Wari, lo que
implica una gran aceptación en la costa central del Perú.
En la publicación ¿El Ají es Peruano? Su historia y algunas costumbres nacionales de Susana Bedoya Garland, sobre los nombres del ají en aymara, escribe:
La licencia para que se imprima el
trabajo del padre Bertonio se da en 1611 y la Compañía de Jesús da su aprobación
en 1612, así que este podría ser la fecha de la publicación del diccionario más
antiguo del aymara. Efectivamente en la página 155 está la palabra: “Huayka,
Axi, cuyas especies se hallarán en la primera parte en el vocablo axi”. Y “Huayka
hallparha. Comer algo con salsa de axi”.
A su vez, en la página 16 están los
vocablos castellanos con su traducción al Aymara, no figurando la palabra axi,
sino:
Agi: Huayka
Agi colorado larguillo: Luki huayka
Agi grande redondo: Lokoti
Agi menudo que quema mucho: Chinchi
huayka
Agi que no kema: Moksa huayka
Agi brauo: Haro Huayka
Agi verde: Cchokhaña huayka
Agiales: Huayka yapu
Incluso, en el mito de los hermanos Ayar, que explica de manera simbólica el surgimiento del Imperio Incaico,
este fruto está presente. Según narra la historia, Ayar Manco, Ayar Cachi, Ayar
Auca y Ayar Uchu, acompañados de sus cuatro hermanas, salieron de una cueva
llamada Pacaritambo y emprendieron un viaje para encontrar una tierra fértil en
la cual establecerse. El nombre de uno de los hermanos es Uchu, que según
cronistas y lingüistas, se traduce como ají, aunque el reconocido investigador
del quechua y aymara, Cerrón Palomino, aclara que la lengua primigenia de los
Incas no era quechua, (El ají y las culturas alimentarias andinas - Diego Luza
Tesis PUCP) presumiblemente puquina o aymara, pero que podría interpretarse
como signo de la importancia de este insumo, ya que en la leyenda de los
hermanos Ayar, se menciona directamente al ají en los escritos de los cronistas
españoles que hacen relato de la leyenda.
Ayar Uchu. Por lo que respecta a, que Betanzos registra como (ver 2015;I,III:5v [1551]), Cieza como (ver 1985;[VI]:13 [1551]), y Cobo en la forma de (ver Cobo 1956;LXII,III:62 [1653]), es decir bajo texturas formales diferentes a la canónica , invitan a la sospecha de que estaríamos ante un nombre ajeno al quechua y al aymara. Indagando sobre ello, damos sobre el término uro , es decir, /u/ “niño, menor” (ver Cerrón-Palomino y Ballón Aguirre 2011:186), reconstruible como *u (a), y con mucha probabilidad un préstamo del puquina en dicho idioma. De aceptarse esta hipótesis, significaría entonces “Ayar el menor”, en oposición a , o sea “Ayar el mayor”.
Los incas practicaban algunos sacrificados ayunos
antes de ingresar a zonas sagradas, entre los cuales se prohibía el consumo de
ají y sal, así como relaciones sexuales, le llamaban a este ritual de ayuno,
"sasi", similar al que los maestros de la ayahuasca recomiendan
seguir semanas antes de la ingesta por parte de los iniciados, esto, para estar más "puros".
Ellos "utilizaron, entre otras especies, el
arnaucho y el rocoto, además de las variedades denominadas ají montaña, ají
coralillo, ají chinchiucho, y otras que crecían en las montañas de Madre de
Dios y recibían los nombres de miotiucho, pluana ucho y gatlo ucho".
En el libro "Ajíes peruanos. Sazón para
el Mundo" (2009), se dice que era muy valorado. Asimismo, el texto
detalla que uno de los castigos más severos para adúlteros o violadores, era
colgar boca abajo a un criminal sobre una hoguera, que era alimentada con ajíes
secos. Lo denso del humo hacía complicado respirar, los cegaba y en ocasiones
podían asfixiarse. Pero, por otro lado, era apreciado como una mercancía para
el intercambio. Se cree que los incas utilizaban un manojo de ajíes como forma
de pago llamado "rantii", tan valorado como las hojas de coca.
Si bien es cierto que los colonizadores españoles
se impusieron sobre el imperio Inca, el ají prevaleció e incluso se volvió un
ingrediente popular en el Viejo Mundo. Cristóbal Colón, convencido de
hallar un nuevo condimento que reemplazaba a la pimienta, fue el encargado de
llevar sus semillas a la reina Isabel La Católica, en su viaje de 1494.
La tesis doctoral titulada “El señorío Arica y
los reinos altiplánicos: complementariedad ecológica y multietnicidad durante
los siglos pre-conquista en el norte de Chile (1000-1540 D.c.)” de la Universidad de Chile, para optar al
grado en Historia Mención Etnohistoria de Helena Horta Tricallotis, sobre el
cultivo de ají en la costa sur de Perú, menciona:
… “donde
empieza el cultivo de ají, que ocupa todo el valle, lleno de fincas pequeñas.
En este espacio de terreno, mui angosto, i apenas de seis leguas de largo,
venden anualmente ají por valor de ochenta mil escudos” (el énfasis es mío;
Frezier 1717: 152). Esta cita da cuenta de lo que varios siglos más tarde
todavía significaba el ají en términos mercantiles; más adelante veremos a
individuos de elite prácticamente sumergidos en fosas rellenas de ají y rocoto
(Capsicum pubescens), precisamente en
el cementerio de Azapa. En tiempos prehispánicos el ají - junto con el maíz
azapeño - representó un alto valor en los intercambios eco-complementarios,
valor probablemente semejante al que tuvieron el pescado y el guano como
productos costeros. En relación con el importante rol jugado por el ají en el
sur del Perú tenemos noticias documentales sobre Sama (centro por excelencia
del cultivo de ají), Ica, Acarí, Tambo, Locumba, Moquegua, Ilo, Arequipa, Tacna
(Pease 1988).
… Por otra parte, no hay que olvidar que los indígenas de los valles de Tarapacá, Cato y Carbiessa (¿?) también tenían acceso a Humagata para cultivar sus propios cocales (“tienen estancias de coca, e ají, grana e otras cosas”; el énfasis es mío. Cédula de encomienda de Lucas Martínez Vegazo, 1540). Por lo mismo, en relación con los cultivos que se desarrollaban en las tierras de Azapa tenemos que considerar en forma especial el rol jugado por el ají (Capsicum). Frezier describe lo siguiente: “El valle [de Azapa] se interna al este, estrechándose; i una legua adentro se halla la aldea de San Miguel de Sapa.
Para Mayer la reciprocidad “es una relación
social que vincula tanto a una persona con otras, con grupos sociales y con la
comunidad, como a grupos con grupos, comunidades con comunidades, productores
con productores y a productores con consumidores, mediante el flujo de bienes y
servicios entre las partes interrelacionadas” (Mayer 1974: 37).
Desde los inicios del virreinato, en Ayacucho,
Piura y Cajamarca, existieron espacios que homenajeaban al ají: las
picanterías. Considerados como lugares para la tertulia y las discusiones
políticas y sociales, siempre se acompañaban de comidas regionales preparadas
en brasa de leña, cuyo picor se aplacaba con chicha de jora o cerveza. Garcilaso
de la Vega narraba en sus crónicas, allá en 1609, que los “peruanos son tan
amigos del uchu (ají, en quechua) que no comerán sin él aunque no sea sino unas
yerbas crudas”.
El ají es también una prueba del mestizaje
culinario que hubo en nuestro Perú. En el siglo XVII los españoles introdujeron
a esclavos africanos, quienes se alimentaban, entre otros insumos, de los
interiores de la res, al ser más más accesibles. De ahí resaltan los platos
como el cau cau, la chanfainita, la sangrecita o el choncholí, que van con ají
sí o sí.
Doña María del Busto, fue la primera o una de las
primeras personas en realizar el trámite formal ante la corona para poder traer
esclavos africanos a Sama (Tacna) en el siglo XVI. La mayoría de aquellos
africanos procedían de Angola. Es así que al llegar al sitio donde sería su
hogar lo llamaron inicialmente Hacienda Cangola, se ubicaba cerca de
la desembocadura del río Sama.
En el valle de Sama históricamente además de
algodón, se sembraron ajíes desde épocas pre incas, esta tradición no cambió
mucho a la llegada de los africanos, quienes adoptaron este picante cultivo, y
que acompañó al antiguo peruano, lo supieron aprovechar, seguramente también
adoptaron el batán, para conseguir la pasta de ají, insumo para muchas
preparaciones.
También ocurrió durante el arribo de los primeros
chinos a mediados del siglo XIX, quienes empezaron a abrir bodegas o fondas
donde ofrecían comidas que tenían ají, como la salsa de tamarindo con ají panca
o el relleno de los wantanes que tenían rocoto.
Era un alimento muy valioso y con propiedades
alimenticias extraordinarias. El aprovechamiento del ají fue total, se usaron
las hojas, y las vainas, siempre con la sal como complemento y dualidad andina.
El nombre en quechua es “uchú” y en aymara, “huaica”; en taíno caribeño “haxi”,
“chili” en México, “guindilla” en España, “peperoncino” en Italia, etc.
El uso y consumo de ají, está ligado a la gastronomía peruana a través de las "picanterías", salsas que acompañan preparaciones y los platos como el ceviche, rocoto relleno de Arequipa, Puca Picante de Ayacucho, Picante a la Tacneña en Tacna, respectivamente, son prueba de ello y merece todo un estudio y publicación aparte.
Como se menciona en el libro "Ají, regalo de
Bolivia al mundo" de Rita del Solar y Lupe Andrade, hay tres grandes ramas
de ají, que el descubridor del gen primario, W. Hardy Eshbaugh, señala:
Capsicum
pubences (Locoto, rocoto, lotillos silvestres), que morfológicamente no se
parece a los ajíes domesticados. Esta especie es andina de elevación media y es
única. Genéticamente pertenece a un grupo compacto de taxa silvestre que
incluye C. eximium (Bolivia y el
norte de Argentina), C. cadernasii
(Bolivia) y C. Tovarii (Perú). En
Guatemala y en Chiapas se cultiva en pequeñas cantidades.
Capsium
baccatum var. pendulum, es otra rama; para nosotros es el ají mirasol,
verde, amarillo o escabeche. Se cultiva en el Perú, Bolivia, Paraguay y
Argentina, y según los suelos el ají es más o menos picante. Es una especie de
origen sudamericano y muy poco conocida en otros lares. En la costa sur de Perú,
se produce el ecotipo Pacae, siendo conocido el ají Pacay de Ite, el más largo
de Perú
El Capsicum
annuum, es la especie más domesticada y conocida en el mundo. Se la conoce
como “chili”, pimiento morrón, pimentón (para hacer páprika) a pesar de ser una
sola especie, tiene muchas formas, tamaños y colores y como vemos puede ser
picante y no picante como el morrón, al que no se llama ají porque no pica.
De estas tres ramas de ajíes domesticados derivan todas las especies que hay en el mundo y por supuesto en Perú y Bolivia. Con ellos se preparan diversos platos y salsas que siempre están presentes en nuestra mesa y en la de varios países.
Actualmente en el ámbito de la medicina
tradicional, el ají en sus variopintos especímenes es apreciado por los
reconocidos kallawayas o curanderos
de la localidad paceña de Charazani, que lo utilizan en sus brebajes, sea para
el tratamiento contra los dolores, las úlceras, la fatiga, el “susto” expresado
en depresión y ansiedad, las “llagas supurantes”, la dismenorrea, la falta de
apetito, entre otros.
Actualmente en Bolivia, la especie silvestre, "ulupica" se utiliza para preparaciones que acompañan varios platos de su gastronomía, citando al mismo Martín Cárdenas, en su libro, "Manual de plantas Económicas de Bolivia", donde, además, menciona el hallazgo de estas especies silvestres en el departamento de La Paz, Puente Pojo, Comarapa y Tarija; describe que las "ulupicas" son muy abundantes en los mercados de La Paz y Tarija. Se las vende generalmente hervidas en agua para que resulten menos picantes. En La Paz, suele utilizarse la "ulupica" para moler la popular "jallpa-huyaka" con tomate que es picante y aromática. Otros preparados son la "jallpaña" que en aymara significa lamer; la "llajwa" o "llakkwa" según la zona de Bolivia donde se prepare usa rocotos o locotos en La Paz y en el oriente se usa ulupica o aribibise puede preparar con tomates y cebollas; se usa en huacatay también llamado saico o chicchipa para poder hacer otras preparaciones, como el “llatan” en Arequipa, así como la quillquiña o cilandro boliviano para preparaciones similares.
Un estudio del rocoto realizado por el Ministerio
de Salud del Perú determinó que este alimento contiene agua, hidratos de
carbono, proteínas, fibra, calcio, fósforo, hierro, niacina (que ayuda al
aparato digestivo, la piel y los nervios), riboflavina (buena para el
crecimiento corporal y la producción de glóbulos rojos), entre otros.
Actualmente en Perú existen más de 350 ajíes, la
publicación "El punto de ají, Investigaciones
en Capsicum nativos" Números
1 y 2 del Programa de Hortalizas
UNALM, 2012, en una interesante clasificación de los ajíes más comunes en
chacras y mercados, menciona:
Ajíes de la Costa Norte: Cerezo (Capsicum annuum),
dos ecotipos, redondo y triangular; Cacho de cabra (Capsicum baccatum),
verde o largo; el Limo (Capsicum chinense) con los ecotispo miscucho y
bola; mochero, arnauchu, etc.
Ajíes costeños de producción intensiva:
escabeche, pacay (Capsicum baccatum) y panca (Capsicum chinense).
Ajíes amazónicos; ayuyo, challuaruro (ambos Capsicum
baccatum), charapita (y charapón), dulce, pucunucho (Capsicum chinense)
, malagueta (Capsicum frutescens), etc.
Ajíes andinos: rocoto, rocoto de huerta, rocoto de
Selva Central. (Capsicum pubescens).
Otros ajíes, como el pipí o pichulita de mono (Capsicum annuum) que se le encuentra en selva o costa norte.
En el caso
particular del ecotipo Ají Pacay de Ite, se ha demostrado que no se requieren
cantidades industriales para enviar un producto diferenciado al exterior. En
marzo del 2016, quince restaurantes de Lima, de los mejores, usaron este
peculiar y largo ají que llega hasta los 35 centímetros, que posee una
pungencia regular, la que no dificulta su consumo total. El ají pacay, es
vendido generalmente a Bolivia para ser pulverizado y comercializarlo junto a
otros tantos tipos de ajíes. En los mercados bolivianos, los aprecian.
La relación de los ajíes de los valles costeros
del sur de Perú con la puna y altiplano, no es reciente, ya que, como se
escribió en los primeros párrafos de esta publicación y donde de cita que el
producto era cultivado hace casi 8,000 años y distribuido a través del trueque
con otros productos andinos. El ají se cultivaba en grandes extensiones en los
actuales valles de Azapa, Caplina, Sama y Locumba, para abastecer los reinos altiplánicos
o aymaras como Lupacas o Pacajes, podríamos decir que son nativos ya que estos
valles costeros, son los más próximos a su centro de origen. Esto también se
menciona líneas arriba citando la tesis doctoral de Helena Horta Tricallotis
Recordemos que paradójicamente, “el origen del
ají se encuentra en Bolivia (llamado Alto Perú durante el vireeinato); desde esta zona, y gracias a las
corrientes de los ríos y a las aves migratorias, el ají empezó su recorrido,
que lo llevaría a poblar y conquistar el resto de América del Sur y Central, y
después el mundo entero”. Pero podría haberse adaptado tempranamente en nuestra
costa sur.
A diferencia de la cocina andina donde las carnes
y algunos vegetales son sancochados, pachamanqueados u horneados, los africanos
que llegaron en calidad de esclavos y luego, sus descendientes usaban manteca
de cerdo para sus preparaciones, pues venían desde África como bloque cultural
con avances en varios aspectos incluyendo el gastronómico. Imagino que por esos
siglos, además de preparar picantes con vísceras, también lo harían con
camarones, que ya era consumido por los pobladores de los valles costeros muchos
siglos antes, incluso este potaje con papas y ají, podría haber dado origen al Picante a la Tacneña.
A inicios de nuestra época colonial, España ya
contaba con algunas décadas libre de los musulmanes. La influencia de la cocina
mozárabe en el virreinato de Perú, entre los pobladores nativos y africanos del
virreinato, se hizo sentir, recordemos que en la cocina medieval no era extraño
el uso de patas o vísceras del ganado, allí tenemos los "callos a la madrileña"
potaje del invierno español elaborado con intestinos de res que, por inicios
del siglo XVII, ya se consumía en la península ibérica.
El Picante a la Tacneña, es un claro ejemplo de
lo que significa el ají para nosotros, un plato con influencias de cuatro
continentes, donde el fruto picante es el principal actor, pero sobre el plato
bandera de Tacna al igual que con el “charquicán”, donde los ajíes decretan,
queda mucho por investigar y recorrer.
Hoy el ají o chili abunda en el mundo; en el
libro "Ajíes del Perú" se lee: ..."es importante saber esto,
pues el Perú posee quizá la mayor cantidad de especies de Capsicum cultivados disponibles comercialmente. México es un país
afamado por sus ajíes, pero su diversidad no es grande”.
Capsicum, es el nombre científico del
ají que procede del vocablo latino “capsŭla”, en mención al fruto que en
realidad es una baya y que tenemos la dicha de que su centro de origen esté muy
cerca y es más fácil entender la importancia de este cultivo para nosotros y nuestra
gastronomía. Hoy se consume en diversas presentaciones, se encuentra en cervezas,
destilados, chocolates, etc.
La pungencia, picante o picor se mide a través de
la "Escala Scoville". La capsaicina es el componente químico que
estimula el receptor térmico en la piel, especialmente en boca y nariz. La
escala mide la cantidad presente de capsaicina, que va desde cero a quince
millones (capsaicina pura). Por ejemplo, el pimiento morrón es casi cero; el
ají amarillo 500 en promedio; ají colorado, 50 000, ají charapita hasta 80 000
y el rocoto hasta 200 000. El "Pepper X" llega a 3 millones, es un
chili creado en EEUU, a partir de cruces de los más picantes como el Naga
Jolokia (Sri Lanka - India) que supera 1 millón en esta escala. La capsaicina
concentrada el 15 millones se usa para defensa en el gas pimienta.
El consumo de ají y sus preparaciones libera las endorfinas produciendo cierta sensación de placer, pero nosotros además de eso, le damos historia, sabor, amor y color. Nuestra gastronomía peruana lo demuestra.
Ahora que sabes más del ají, ¿Qué plato que te antojaste?
SITIOS WEB CONSULTADOS
https://pdfs.semanticscholar.org/4a7a/7a4986140948340d4e2cce2ae38ff5006c77.pdf
https://www.academia.edu/34119902/Las_cadenas_de_valor_de_los_aj%C3%ADes_nativos_de_Bolivia
https://peru21.pe/vida/hombres-comen-aji-mayor-presencia-hormona-sexual-201333-noticia/
https://peru21.pe/opinion/pimiento-saborea-europa-103766-noticia/
http://www.viajesdelperu.com/2018/12/peru-pais-de-los-350-ajies.html
https://impactolatino.com/el-origen-genetico-del-picante-son-los-andes-sudamericanos/