A 50 años de la muerte del che (octubre 9 de 1967), su imagen no muere. Odiado y amado... Ernesto Che Guevara, ingresa a Perú en marzo de 1952 por Tacna y pronto conoce Tarata, sus andes y cordillera... este es mi aporte, más allá del bien y del mal.
Marzo 24 de 1952, Ernesto Che Guevara ingresa con su compañero Alberto Granados a Perú, por el antiguo control fronterizo de la Panamericana Sur, luego de una estadía de dos meses en Chile y de que su motocicleta, quede inservible en Santiago de Chile.
Me imagino que fue un breve recorrido por Tacna, pues narra una ciudad de callecitas pequeñas de tierra, Al Che le llamó la atención una pirámide que se observaba desde el pueblo, era la Cripta de Los Héroes de la guerra con Chile, actualmente canibalizada por chatarreros. El Che, prefería pedir aventones en las afueras de las ciudades que visitaba. Aquella vez, su destino era el pueblo andino de Tarata a 3000 msnm, y luego, enrumbaría a Ilave, Puno, atravesando el altiplano tarateño.
Alameda de Tacna a principios de los años 50
Después de cruzar un puesto de la Guardia Civil, subieron el cerro Intiorko, hasta la “pirámide” de la cripta, para esperar que alguien los “jalara” a Tarata. Pronto apareció un camión y el chofer les indicó que subieran y una vez en la tolva, junto con los demás pasajeros, a quien el Che sin ánimo de desprecio describió como “montonera de indios”. El chofer les dijo: ¿Ya saben, no?, hasta Tarata cinco soles (típico de nuestra agilidad peruana), por lo que decidieron bajar (pues debían ahorrar al máximo) y continuar a pie el camino.
Recientemente desaparecida Cripa de los Héroes, 1952
Pensaron que pronto encontrarían algún pueblito para descansar, pero les ganó la noche y al no encontrar leña para el fuego (pues ya habían dejado atrás los extensos tillandsiales), decidieron seguir caminando. A media noche un camión pasó por la carretera, pero no se detuvo a pesar de sus “histéricos reclamos”. Descansaron un poco y con frío, siguieron caminando. Ya de madrugada divisaron dos ranchos a la orilla del camino, probablemente llegaron exhaustos a la pascana de Chero.
Luego de caminar hasta el amanecer desde Tacna al tambo; fueron reconfortantes: el trozo de queso, el pan que compraron y el mate que pudieron preparar en la pascana del amigo a quien llamaban ”Vizcacha”. Acamparon en el lecho seco de la quebrada y durmieron hasta el mediodía. Prosiguieron la marcha. A las cinco de la tarde un camión se detuvo y los invitó a subir (un guardia civil de Tacna los reconoció), continuando la trepada, esta vez, sobre ruedas.
Panorámica de Tarata de los años 50 (Fuente: Difusión)
El panorama cambió, la cordillera del Barroso, andenes y el verdor, se presentaron ante ellos, y lo llamaron, un “valle de leyenda”. Luego de cruzar la apacheta Vilavilani y descender hasta Estique, llegaron a Tarata. El Che describe un pueblo apacible de vida triste con una iglesia mestiza, “calles de empedrado indígena”, donde “la vida sigue los cauces que tuvieran siglos atrás”, las mujeres con sus hijos a cuestas y gente de mirada apacible, “indiferentes al mundo externo”. La otrora “orgullosa raza aymara que se alzara continuamente ante la autoridad inca, es ahora una raza vencida”.
Antigua iglesia de Tarata, como la conociera Ernesto Che Guevara
Se alojaron en la comisaría, donde gentilmente les ofrecieron un espacio para descansar. Ya de madrugada enrumbaron hacia Puno y atravesarían el abra Livini, iniciando otro ascenso de 125 curvas. Antes del amanecer el camión tuvo que detenerse cerca del abra (4900 metros), el carburador se averió y continuaron caminando por algunos kilómetros, seguramente la noche que pasaron en Tarata el Che y su compañero, les sirvió para oxigenar el cuerpo. Aprovecharon nuestra yareta a la que refirió como “un enorme hongo de forma esférica”, para hacer fuego y preparar mate, ante miradas curiosas. El Che, no entendía cómo podían caminar los aymaras con ojotas sobre la nieve. Volvieron a subir al reparado camión y divisaron extrañados una “pirámide hecha de piedras y coronada por una cruz”, se refería a nuestra apacheta Livini
Al pasar por la apacheta del abra Livini, algunos escupieron afuera (la coca masticada). El Che preguntó el porqué de aquellas misteriosas piedras y de la reacción de los aymaras, pero nadie respondió. Ya en el altiplano tarateño, un viejo campesino se les acercó junto a su hijo, que hacia de traductor y se animaron a preguntarles sobre su país natal, la Argentina de Perón, luego les invitaron un apetitoso choclo.
Fotografía en la zona de Livine a mas de 4800 msnm, Che Guevara con las manos en los bolsillos
Las alpacas, llamas y silvestres vicuñas abundaban en las pampas de Mamuta, salpicada de caseríos alpaqueros y rodeada de apus nevados, luego, pasaron por Challapalca y pronto el soleado cielo pasó a ser gris, mientras ingresaban a territorio puneño. Por insistencia del chofer, pasaron hacia adelante donde conocieron un profesor (aprista) retirado, quien les pudo explicar sobre la pirámide de piedras, contándoles que “el indio deja siempre a la Pachamama, la madre tierra, todas sus penas, al llegar a la parte más alta de la montaña, y el símbolo de ella es una piedra que va formando los conos de piedra como la que habíamos visto (…) El adelanto de los medios de transporte ha hecho que los fieles reemplacen la piedra por el escupitajo de coca, donde sus penas adheridas van a quedarse con la Pachamama”.
Conversaron sobre el sistema educativo peruano, en relación al hombre andino, y el docente comentó: “que lo educa según el criterio de hombre blanco, lo devuelve lleno de vergüenza y rencores; (…) en una sociedad blanca que le es hostil y que no quiere recibirlo en su seno”.
Estudiantes de las zonas rurales de Puno de los años 50
Che Guevara formaba sus ideas sobre una educación más justa mientras pasaban por Mazocruz. El río Viluta los acompañaba con las mágicas formaciones de piedra a sus orillas. Al fin llegaron al lago Titicaca en Ilave. Finalizaban y empezaban otras historias. ¡Qué historias!
Chilluta, por donde Che quedara impresionado por los paisajes.
No comments:
Post a Comment