Friday, August 13, 2021

Santos Olivos

¿Quién no ha disfrutado de una ocopa, ají de gallina, causa, tamal o solterito de queso?, en todos estos potajes dignos representantes de nuestra gastronomía, la aceituna es un gran complemento. La aceituna es el fruto del olivo, este árbol está presente desde los albores de la historia de la humanidad, lo leemos en la biblia, cuando Noé recibe de una paloma la prueba de tierra firme luego del diluvio. En el cristianismo y otras religiones cumple un rol especial en las ceremonias, a través la unción con aceite de oliva.
El olivo es oriundo de la cuenca del Mediterráneo y además nos ha brindado durante milenios su fruto, la aceituna y ese gran aceite que se utilizó también como alimento y complemento para muchas actividades como en el uso de lámparas para la iluminación.
Se sabe que las primeras plantas de olivo que llegaron al Perú, las trajo directamente desde España el procurador de la corona, don Antonio de Ribera en 1560. La producción de aceite creció por la solicitud de la ciudad de Potosí, pueblo de Alto Perú (actualmente Bolivia) con grandes yacimientos de plata, cuya población y sus demandas se incrementaban. Ya lo menciona el cronista Berbabé Cobo, que durante el virreinato "después de la vid se sigue el olivo”.  
El Parque del Olivar en San Isidro, Lima, posee también olivos muy antiguos, cuya plantación es atribuida a San Martín de Porres. En cuanto a las fuentes históricas, nos remitimos a los documentos de su beatificación, en los que el asistente del fraile, Juan Vázquez Parra, brinda testimonio sobre un hecho milagroso:
“En el mes de agosto de 1637 Martín y Juancho se trasladaron a la hacienda de Limatambo (hoy El Olivar de San Isidro), donde plantaron 700 esquejes de olivo en menos de 15 días. Sucedió que las ramas retoñaron hojas al tercer día de riego, es por esta acción sobrenatural que fue considerada un milagro durante el proceso de beatificación de Martín de Porres”.
El año 2020 el Serfor publicó la Guía para el Reconocimiento de Árboles Patrimoniales y ya se han identificado algunos olivos centenarios, en Ilo se encuentra el olivo más antiguo del Perú datado con más de 450 años en el fundo Las Glorietas. 
En Arequipa en la provincia de Islay, distrito de Dean Valdivia, siguiendo el relato de  la publicación, Historia General del Valle de Tambo Arequipa - Perú de Mario Juan Arenas Figueroa, se  menciona:
“En las lomas, la agricultura era más pequeña, estaba reducida a pequeñas estancias dedicadas al cultivo de olivares, frutales y papas, pero con una actividad pecuaria mayor que estaba dedicada al engorde de ganado vacuno y a la crianza de ganado equino. Los olivares de Challascapa habrían sido sembrados por Sebastián Monteagudo, padre de sor Ana de los Ángeles de Monteagudo [1602 - 1686] (…)  El olivar de Challascapa fue de doña Inés de Monteagudo, hermana de la reverenda Madre, sor Ana”. Los olivos se Challascapa son los más antiguos de variedad aceitera a diferencia de los otros de aceituna botija.
Existe una relación estrecha entre la aceituna y la historia mestiza de nuestro Perú, porque sus inicios en estas tierras se relacionan con la religiosidad, nuestra cultura y gastronomía. Es imperativo una ley que proteja los olivos centenarios y promueva el consumo de aceite de oliva y la aceituna, promocionando nuevas recetas, además de explotar sosteniblemente el potencial en agroturismo de estos mágicos olivares.

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